Friday, December 23, 2005

Sobre ser feliz

Si a alguien le preguntaran... ¿Quieres ser feliz?,
creo que nos sorprendería demasiado una respuesta
negativa. Al parecer, todos quieren ser felices.

Incluso en un documento tan importante como
lo es la Declaración de la Independencia de los
Estados Unidos, se refieren, en uno de los párrafos
más importantes, al derecho de todo ser humano
"a la búsqueda de la felicidad".

En 1776, a esos honestos hombres ilustrados, les
parecía que a la felicidad se accede, quizás como
algunos creen que se conquista el cielo.
Con esfuerzo, con buenas obras, con virtudes...

Hoy en día las cosas están más claras.
El Vaticano, a través del Pontífice Juan Pablo II,
anunció ya que el cielo no es un lugar.
Y por cierto, de paso, que el infierno no existe.

Algunos sostienen que no poder amar es algo
muy cercano a lo que podemos llamar Averno.

Pero, volviendo al tema de la felicidad...
¿Es importante definirla?. Creo que no.

En un cuento oriental, (asì se dice para que el
dichoso cuento adquiera de inmediato un aire
de misterio y sabiduría), el emperador exige
a un pobre sabio el secreto para ser feliz.

El sabio, para salvar su cabeza, inventa que
para ser feliz, bastaba ponerse la camisa de
un hombre que declarara ser feliz.
De inmediato, el monarca mandó a sus servidores
a buscar la maravillosa prenda. En vano trataron
los enviados de lograr la vestimenta tan ansiada.

Todos contestaban que no eran felices.
Cuando ya el emperador desesperaba, por fin,
uno de ellos pudo informarle que había hallado
a un hombre que contestó afirmativamente
la pregunta. Contento, el príncipe solicitó la
camisa de ese hombre, un humilde campesino
a quien encontraron labrando la tierra.

La respuesta a la demanda la saben todos:

¡No pudimos traerla, Majestad, ese hombre
lleva el torso desnudo, no tiene una camisa!.

Mi opinión es que la felicidad es una decisión.
Una decisión personal. Y muy importante.
Yo decido ser feliz. Y los ingredientes de mi
felicidad pueden ser muchos. Quizás soy
feliz tan sólo por sentirme vivo.

Quizás soy feliz porque me doy cuenta
que soy capaz de decidir, o simplemente
soy feliz porque puedo ver el mundo.

O quizás soy feliz sin más, sin ninguna
condición. Soy feliz, estoy contento y punto.

Nuestro santo Alberto era feliz, sin duda,
su sonrisa lo prueba, y decía...
¡Contento, señor, contento...!.

Una conciencia en paz, sin duda contribuye
a que la decisión de ser feliz se mantenga.

¿Podemos ayudar a Otro a ser feliz?
Creo que sí, pero siempre la decisión
será totalmente personal... como debe ser
si somos plenamente humanos.

Wednesday, December 21, 2005

El amor es hijo de la libertad

Sólo el que es libre y por lo tanto, puede decidir,
es capaz de amar. El amor es una expresión de la libertad.

Ya lo dice el adagio francés:
"L'amour c'est le fils de la liberté".

Cuando se pretende reducir la libertad del Otro,
cuando se le controlan sus actividades,
y sobre todo cuando no se le tiene confianza,
cuando aparecen los celos, el amor ha muerto.

Cuando se sospecha de su conducta, no se le cree,
entonces está claro que no sólo no hay libertad,
sino que tampoco hay amor, por el contrario,
se ha hecho presente el desamor.

El verdadero amor libera a la persona, la hace
aún más libre, para potenciar todo su ser
al máximo posible de su realización.

El que ama, con su confianza incondicional
construye un pedestal en el que se apoya el
ser amado para ir cada vez más allá...

Como expresa el insigne poeta andaluz,
el amor ilumina al amado, hasta el último
rayo de sol del atardecer, en lo alto.

Tuesday, December 20, 2005

¿Dónde estoy?

¿En qué lugar estoy?. ¿En qué blog?
¿Cómo puede uno escribir en un blog
y que luego la publicación aparezca
en otro blog?.

Misteriosos links están al acecho y
trabajan por cuenta propia.

Todo es para bien. Así está escrito.

Nacimiento del amor

La conocí en 1999, el año en que todos esperaban esa
mítica cifra, el 2000. Fue entonces un amor nacido en
el fin de siglo. Al finalizar el siglo XX.

Nos enamoramos a primera vista. Quizás fue una
experiencia única. Al menos para mí lo fue.

Ella, mi amada, era lo más hermoso que hubiera visto.
Mirarla era una delicia para mí. Me gustaba mirarla.
Aún la miro todos los días, en la fotos que guardo.

Pero si a un hombre le gusta una mujer... ¿acaso
desaparecen todas las demás mujeres a su vista?.
No lo creo. La vista de otras mujeres hermosas
le hace desear aún más a su amada.

Las demás mujeres son las aliadas y no adversarias.

Desde el primer día nuestros labios, nuestros cuerpos
se juntaron con el deseo acumulado de toda una vida.
Como si toda la vida estuviéramos estado esperando.

Era el amor. Un amor verdadero. Un amor gratuito.
El verdadero amor nada espera, nada pide. Sólo ama.
Pero por ser verdadero, es igual a la vida.

La vida verdadera es la que se consume como una vela.
Se enciende al nacer, alumbra con la luz de la inteligencia,
da calor con la calidez del amor. Hasta puede quemar.

Así el amor verdadero, cobra lo mismo que la vida,
el máximo de los precios. Se transforma en muerte.
Ya que la vida y la muerte son lo mismo.
Vivimos muriéndonos, morimos viviendo.

Así el amor, nos ilumina, nos enciende, nos consume.
Todo amor que nace, está condenado a morir.

Pero mientras vive nos conmueve por completo.
Nuestro cuerpo es de nuestra Amada.
El cuerpo de mi amada es ya mi propio cuerpo.

Nos regalamos todos los placeres, sin negarnos nada.
Y finalmente, un día termina el encuentro.
Pero no totalmente. En el recuerdo nunca termina.

Te recuerdo siempre, amada. Estás en mí cada día.
Aunque no vuelva a tí, te llevo conmigo.
Ahora eres parte de mi vida, hasta mi propia muerte.